Relectura del prefacio de "La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica"

Introducción

“Cuando Marx emprendió su crítica del modo de producción capitalista, este modo se hallaba en su infancia.” Con estas palabras iniciales, Walter Benjamin enmarcó La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. El prefacio, a menudo eclipsado por los pasajes más célebres sobre el aura, ya contenía un programa claro: examinar cómo las condiciones cambiantes de la producción transforman la vida cultural. Escrito en 1935, en la encrucijada entre la propaganda fascista, la modernidad industrial y la esperanza revolucionaria, sigue siendo una guía metodológica incisiva.

Casi noventa años después, habitamos un mundo muy distinto. Algoritmos que recomiendan, inteligencia artificial que compone y plataformas de streaming que saturan la experiencia cotidiana. Si Benjamin exhortaba a superar el culto al “genio” y al “misterio”, nuestra tarea es desenmascarar los mitos de la “innovación” y la “disrupción”. Su prefacio no es solo un documento histórico; es una herramienta para diagnosticar las operaciones ideológicas del capitalismo digital.

El Prefacio de Benjamin en Contexto (1935)

La intervención de Benjamin surgió en un contexto de producción en masa, auge del movimiento obrero y la amenaza creciente del autoritarismo. La fábrica definía la vida económica, el proletariado industrial ocupaba el centro de la escena, y el socialismo aún aparecía como horizonte de emancipación.

Las categorías marxistas de base y superestructura proporcionaban el andamiaje. Los cambios en la producción material alteraban inevitablemente la expresión cultural, desde la literatura hasta el cine. Para Benjamin, el análisis debía ser pronóstico: en lugar de especular sobre utopías distantes, había que examinar las tendencias concretas ya visibles bajo el capitalismo.

Su prefacio insiste en que categorías como “genio”, “valor eterno” o “misterio” no iluminan el arte, sino que lo oscurecen. Peor aún, podían ser apropiadas por el fascismo para estetizar la política y convertir el mito en movilización de masas. Como señaló: “Dejan de lado una serie de conceptos anticuados, como creatividad y genio, valor eterno y misterio”. Para Benjamin, era necesario forjar nuevas herramientas conceptuales: antifascistas y emancipadoras.

Del Capitalismo Industrial a las Economías Digitales

Desde entonces, la modernidad industrial ha cedido paso al capitalismo digital. Las cadenas de montaje retroceden; en su lugar dominan redes, plataformas y economías de datos. Donde antes millones trabajaban en fábricas, hoy abundan empleos de servicios, trabajos precarios de plataforma o tareas inmateriales mediadas por software. Al mismo tiempo, los usuarios producen contenidos gratuitamente, enriqueciendo a las plataformas bajo la apariencia de autoexpresión.

La imaginería capitalista también cambió. El magnate industrial de traje fue reemplazado por el multimillonario con sudadera, que performa humildad mientras concentra un poder inmenso. Figuras como Elon Musk o Mark Zuckerberg se presentan como rebeldes contra la tradición, aunque presiden monopolios tan concentrados como los de la Edad Dorada.

Las formas culturales se transformaron igualmente. Para Benjamin, fotografía y cine simbolizaban la reproductibilidad técnica. Hoy, el streaming asegura replicación infinita sin soporte material, mientras la inteligencia artificial fabrica textos, imágenes o voces bajo demanda. El aura, desestabilizada por la cámara, ahora muta mediante la viralidad algorítmica, la escasez artificial de los NFT o la “autenticidad” de los influencers. La escasez se manufactura digitalmente; la singularidad se escenifica para atraer atención más que por anclaje material.

El Lenguaje Cambiante de la Política

La advertencia de Benjamin sobre el fascismo respondía a una amenaza concreta: regímenes autoritarios que movilizaban el espectáculo para mitificar el poder. En los años treinta, mítines, radio y cine se fusionaban para estetizar la política.

Hoy, el término “fascismo” circula con frecuencia más laxa, aplicado a casi cualquier figura o política impopular. Como en la fábula del pastor que gritaba “¡lobo!”, su sobreuso arriesga insensibilizar frente al peligro autoritario real. Sin embargo, los populismos, la propaganda digital y las cámaras de eco algorítmicas reavivan la inquietud benjaminiana: la estetización como arma de masas.

El socialismo y el comunismo alguna vez inspiraron fe revolucionaria, pero décadas de fracasos estatales dejaron desencanto. Aun así, ciertos elementos resurgen bajo nuevas formas: el socialismo democrático en Occidente, los movimientos por justicia climática, o las campañas contra la vigilancia masiva. Las categorías se desplazan, pero la pregunta persiste: ¿cómo pueden el arte y la cultura participar en luchas emancipadoras cuando los horizontes políticos permanecen disputados?

Misticismos Contemporáneos en Arte y Tecnología

Benjamin desmontó los mitos del genio y el misterio. Hoy sus equivalentes son la “innovación” y la “disrupción”. Las empresas tecnológicas se presentan como visionarias que rompen reglas, mientras ocultan prácticas laborales explotadoras, costos ambientales y control monopolístico.

El culto al fundador —ya sea Musk, Zuckerberg o Sam Altman— funciona como el antiguo culto al genio. Cada declaración se enmarca como profética, cada plataforma como fuerza inevitable que reconfigura la humanidad. El marketing de la IA amplifica esta mistificación: sistemas que recombinan vastos conjuntos de datos se describen como “creativos”, ocultando ejércitos de trabajadores mal pagados y demandas energéticas colosales.

La lección de Benjamin es clara: la crítica comienza por despojar tales misticismos. Así como el “valor eterno” ocultaba ideología en 1935, hoy la “innovación” vela explotación y dominación.

Arte, Algoritmos y Poder

El campo estético actual no es el cine monumental, sino el feed. Memes que circulan como armas políticas, influencers que movilizan audiencias, TikTok convertido en escenario de nacionalismo. La forma estética sigue siendo clave en la organización del consenso.

El arte generado por IA encarna una paradoja. Por un lado, democratiza la creación, ofreciendo herramientas a cualquiera con un teclado. Por otro, intensifica la mercantilización cultural, encerrando a los usuarios en plataformas y erosionando los medios de vida artísticos tradicionales. La promesa utópica de acceso choca con la captura corporativa.

El método de Benjamin sigue orientando: mirar primero la producción —¿quién posee las plataformas?, ¿quién se beneficia de la circulación?—; examinar las categorías —¿qué mitos encubren la explotación?—; interrogar la política —¿refuerzan las estéticas digitales la dominación o abren grietas para la crítica?

Conclusión

El prefacio de Benjamin no es una reliquia, sino una brújula. Enseña a pensar el arte en relación con las condiciones materiales, la política y la ideología. Los peligros de nuestra época no son mítines fascistas espectaculares, sino populismo algorítmico, espectáculos de influencers y la estetización de la extracción de datos. Pero la lógica es la misma: la cultura movilizada para asegurar dominación.

Si Benjamin apartó “genio” y “misterio” para resistir al fascismo, nuestra tarea es paralela. Debemos atravesar las ilusiones de “innovación” y “disrupción” para enfrentar el autoritarismo difuso del capitalismo digital. Solo entonces el arte, y su crítica, podrán recuperar su fuerza emancipadora.

Referencias

  • Benjamin, Walter. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Varias ediciones en español (México: Ítaca, 2003; Madrid: Casimiro, 2012).
  • Adorno, Theodor y Horkheimer, Max. Dialéctica de la Ilustración (Madrid: Trotta, 1994).
  • Zuboff, Shoshana. La era del capitalismo de la vigilancia (Barcelona: Paidós, 2020).
  • Srnicek, Nick. Capitalismo de plataformas (Buenos Aires: Caja Negra, 2018).
  • Han, Byung-Chul. En el enjambre (Barcelona: Herder, 2014); Psicopolítica (Barcelona: Herder, 2014).
  • Chun, Wendy Hui Kyong. Updating to Remain the Same: Habitual New Media (Cambridge, MA: MIT Press, 2016).
  • Morozov, Evgeny. La locura del solucionismo tecnológico (Barcelona: Katz, 2015).
  • Dean, Jodi. Multitudes y partido (Buenos Aires: Tinta Limón, 2018).

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