Romantizar el hambre: Žižek, Lacan y la peligrosa idealización del comunismo
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Introducción: ¿Provocación o manipulación?
En un video ampliamente difundido titulado “Why People Were ‘Happier’ Under Communism” (“Por qué la gente era ‘más feliz’ bajo el comunismo”), el filósofo y crítico cultural esloveno Slavoj Žižek propone una tesis provocadora: que las personas en los regímenes comunistas experimentaban una forma peculiar de estabilidad psicológica —incluso felicidad— precisamente porque sus vidas estaban restringidas. Lo siguiente es un resumen de algunos momentos seleccionados del video:
“La noción misma de
felicidad es muy ambigua y tiene profundas implicaciones. Hubo un breve periodo
de apertura política en Praga en 1968. Luego llegaron los tanques soviéticos y
aplastaron las reformas.
Pero aquí está la paradoja: la gente a menudo afirma que fue más feliz durante
ese periodo. Porque sus necesidades materiales estaban modestamente cubiertas.
Tal vez una vez al mes ibas al supermercado y comprabas café. No era mucho,
pero había un cierto consuelo en las limitaciones. No estabas constantemente
bombardeado con opciones ni con la presión de tener éxito.
Por eso la felicidad no consiste necesariamente en tener más. A veces se trata
de tener menos, pero de forma estructurada y limitada, lo cual te libera de
ciertos tipos de ansiedad. Algunas personas hoy en día sienten nostalgia por
esa época” (mi traducción).
Para muchos, esta afirmación suena irónica o escandalosa. Sin embargo, Žižek insiste en que no está idealizando el comunismo. ¿Entonces qué está haciendo?
Lacan, la carencia y el goce
El argumento de Žižek se basa profundamente en la tradición psicoanalítica de Jacques Lacan, en particular en los conceptos de falta, goce (una forma paradójica de disfrute excesivo) y el orden simbólico, que estructura el deseo humano a través de la prohibición. Según Lacan, el deseo nunca se dirige a un objeto que realmente nos satisfaga: lo que deseamos está configurado precisamente por lo que nos es negado.
Dentro de este marco, el falo se convierte en el símbolo de lo que falta, un significante de la ausencia estructurante en torno a la cual gira el deseo. Así, la prohibición no es enemiga del deseo: es su misma condición de posibilidad.
Žižek aplica esto a la vida política: en los regímenes comunistas de Europa del Este, las elecciones de las personas estaban severamente limitadas —qué se podía comer, leer, decir o hacer era estrictamente regulado. Pero precisamente esta limitación, argumenta, producía una estructura psíquica en la que las personas podían vivir sin la carga de elegir constantemente, de rendir y optimizar su vida. Si algo salía mal, bastaba con culpar al Partido. No eras personalmente responsable de tu infelicidad.
De la teoría a la realidad
Esta línea de pensamiento posee cierta sofisticación filosófica. Žižek ofrece una crítica, informada por el psicoanálisis, de la orden capitalista de gozar, que a menudo genera más ansiedad que libertad. Pero cuando dicha teoría se utiliza para reinterpretar la represión autoritaria como una condición psicológicamente liberadora, se cruza una linea peligrosa: donde la romanticización suplanta a la realidad, y la retórica borra el sufrimiento.
La realidad de la vida bajo el comunismo, tal como fue experimentada por millones, no puede reducirse a paradojas lacanianas. En muchos países del bloque del Este, los ciudadanos padecieron graves carencias de alimentos, medicinas y bienes básicos. La violencia del Estado no era un orden simbólico abstracto, sino un aparato de control concreto. La gente se iba a la cama con hambre. Expresar libremente una opinión podía conducirte a prisión. En Rumanía, Albania o Alemania Oriental, los intentos de huida con frecuencia terminaban en la muerte.
El tono nostálgico de Žižek, corre el riesgo de trivializar este sufrimiento.
La posición privilegiada de Žižek
Es importante señalar que Žižek no vivió el comunismo en sus formas más duras. Creció en Eslovenia, la república más liberal y occidentalizada de la antigua Yugoslavia. Su padre era funcionario público y su madre contadora. Aunque no fue miembro del Partido, Žižek pudo estudiar en París en la década de 1980 —un privilegio casi impensable para los ciudadanos del bloque comunista en esa época.
Su formación intelectual tuvo lugar en condiciones comparativamente permisivas, dentro de una versión del socialismo mucho más tolerante y materialmente estable que la que soportaron otros países del Este.
Este contexto importa. La reinterpretación lacaniana de la vida comunista que ofrece Žižek, aunque intelectualmente provocadora, es en última instancia una teorización desde la excepción, no desde la regla. El consuelo del que habla no estuvo disponible para la gran mayoría de quienes vivieron bajo el socialismo autoritario. Las "limitaciones" no fueron suaves prohibiciones simbólicas: fueron privaciones materiales brutales.
El riesgo de engañar a quienes no lo vivieron
Lo más preocupante es que la posición de Žižek —dada su visibilidad global— corre el riesgo de engañar a personas que no han experimentado el comunismo de primera mano, llevándolas a creer que este sistema podría ofrecer una solución a las ansiedades del capitalismo tardío. Pero cualquiera que haya vivido bajo ese régimen sabe que no es así.
Este “saber” no es teórico —es existencial, está inscrito en la memoria y la supervivencia, no en la abstracción conceptual. Por muy sofisticado que sea el lenguaje lacaniano de Žižek, los hechos persisten: millones sufrieron bajo esos sistemas, y ningún marco simbólico puede deshacer esa historia.
Entre la crítica y la complicidad
Esto no quiere decir que las críticas al capitalismo liberal contemporáneo carezcan de fundamento. La desigualdad económica, la alienación y la crisis de salud mental son reales y están creciendo. Pero estos problemas no se resolverán regresando a un sistema que sistemáticamente suprimió la libertad, la creatividad y la dignidad humanas.
El marco nostálgico por “esa época” que propone Žižek puede ofrecer un contraste estético con el caos del mercado, pero carece de toda responsabilidad ética con la historia. En el mejor de los casos, es una provocación intelectual. En el peor, una forma de blanqueamiento ideológico de un sistema criminal.
La filosofía debe rendir cuentas a la experiencia
Tal vez Žižek respondería que solo está exponiendo las contradicciones del deseo —que incluso la libertad, en exceso, se vuelve opresiva. Pero esta clase de lucidez no puede lograrse al costo de trivializar la opresión. Cuando la teoría filosófica intenta reinterpretar las atrocidades históricas como beneficios psicológicos, fracasa no solo como política, sino como filosofía.
Como escribió Adorno: “La necesidad de dejar hablar al sufrimiento es condición de toda verdad.” La teoría debe estar siempre sujeta a la experiencia.
Para citar nuevamente a Lacan:“No hay metalenguaje.” Es decir, nadie puede hablar desde fuera del sistema, exento de sus efectos. Pero Žižek parece acercarse peligrosamente a esa posición: teorizar la carencia sin haber carecido nunca de lo esencial, convertir el dolor real en juego conceptual.
Conclusión: La memoria frente a la paradoja
En última instancia, la diferencia entre la nostalgia de Žižek y la experiencia de quienes vivieron bajo el comunismo no es una cuestión de ideología, sino de memoria. Donde él ve paradojas, otros recuerdan hambre. Donde él teoriza alivio psíquico, otros recuerdan represión y dolor.
No se trata de posiciones políticas enfrentadas —se trata de epistemologías incompatibles. Y solo una de ellas parte del compromiso de decir:
“No olvidaré lo que se sentía temer a mi propio gobierno. No olvidaré lo que era irme a la cama sin comida.”
Fuentes y bibliografía
- Žižek, Slavoj. Why People Were “Happier” Under Communism. Video de YouTube.
- Lacan, Jacques. Écrits: A Selection. Trad. Alan Sheridan, Routledge, 2001.
- Lacan, Jacques. The Four Fundamental Concepts of Psychoanalysis. Norton, 1998.
- Adorno, Theodor W. Negative Dialectics. Continuum, 1973.
- Applebaum, Anne. Iron Curtain: The Crushing of Eastern Europe, 1944–1956. Doubleday, 2012.
- Havel, Václav. The Power of the Powerless. Routledge, 1985.
- Snyder, Timothy. Bloodlands: Europe Between Hitler and Stalin. Basic Books, 2010.
- Garton Ash, Timothy. The Magic Lantern: The Revolution of '89 Witnessed in Warsaw, Budapest, Berlin, and Prague. Vintage, 1993.
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