Fabricando la escasez: del aura benjaminiana al capitalismo digital

Benjamin Diptych. AI art

Introducción

El concepto de escasez atraviesa tanto la economía política como la teoría cultural. Tradicionalmente se entiende como la situación en que los deseos humanos superan lo disponible. Sin embargo, la historia muestra que la limitación de bienes no siempre se debe a un límite natural: en muchas ocasiones se produce de manera intencionada. Walter Benjamin observó que la reproducción mecánica transformaba la experiencia del arte al diluir su “aura”. En la actualidad, bajo el capitalismo digital, la lógica de la escasez no ha desaparecido, sino que se reinventa. De la destrucción de excedentes agrícolas a la fabricación de tokens únicos en blockchain, el valor depende de mecanismos que restringen artificialmente lo abundante.

Escasez industrial y control de la oferta

Durante la Revolución Industrial, la abundancia comenzó a convertirse en un problema. Máquinas, ferrocarriles y fábricas multiplicaron la producción, pero esta expansión amenazaba con saturar el mercado y hundir precios. Para contrarrestar ese riesgo, productores y Estados recurrieron a estrategias de limitación. El caso del azúcar resulta ilustrativo: en distintos países se destruyeron cosechas enteras o se arrojaron toneladas al mar para reducir la oferta y elevar los precios futuros. La escasez, en este caso, fue un cálculo deliberado, una manipulación destinada a proteger ganancias.

Más allá de la agricultura, la industria manufacturera aplicó tácticas similares: la obsolescencia programada o los lanzamientos escalonados de modelos de automóviles y electrodomésticos. Lo que parecía progreso técnico se combinaba con decisiones empresariales encaminadas a sostener la rentabilidad mediante restricciones impuestas.

El arte y la limitación de copias

En el campo cultural la lógica no fue diferente. La xilografía o el aguafuerte permiten tirajes casi ilimitados, pero los talleres y artistas pronto comprendieron que un exceso de copias erosionaba el valor de cada obra. Por eso, tras imprimir un número determinado de ejemplares, se rayaba o destruía la plancha. Ese gesto convertía cada impresión en parte de una serie finita y otorgaba a cada pieza un aura de singularidad.

Walter Benjamin analizó esta tensión en su célebre ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936). Para él, el “aura” de la obra estaba anclada en su presencia única e irrepetible. La cámara fotográfica y el cine, al multiplicar imágenes idénticas, corroían esa unicidad. Sin embargo, como vemos en la práctica de los grabados, el mercado encontró siempre la manera de reinstaurar límites, de fijar fronteras en lo que podría haber sido infinito.

De la fábrica a la plataforma

Si la modernidad industrial estaba marcada por la abundancia de mercancías físicas, la contemporaneidad digital se caracteriza por la abundancia de información. Reproducir un archivo, una canción o una fotografía cuesta casi nada. La copia se vuelve indistinguible del original. Ante esta situación, las plataformas tecnológicas elaboran sus propios mecanismos de control.

El Digital Rights Management (DRM) restringe la reproducción de canciones o películas; los paywalls de los periódicos limitan el acceso a las noticias; los algoritmos deciden qué contenidos emergen y cuáles se hunden en la invisibilidad. La escasez se traduce ahora en visibilidad, acceso y atención. En un entorno de exceso de información, lo escaso es aquello que logra destacar. La atención de los usuarios, finita y competida, se ha convertido en el bien más disputado.

NFT y la simulación de la unicidad

En este marco surgen los tokens no fungibles (NFT). A diferencia de un grabado, cuya plancha se destruye, aquí el archivo digital continúa disponible y puede reproducirse sin límite. Lo que es único es el certificado inscrito en la cadena de bloques. La escasez no reside en la imagen, sino en la inscripción que declara su singularidad.

De esta manera, los NFT prolongan la misma lógica que movía a los talleres de impresión: fijar un límite, señalar un original, garantizar al comprador que posee algo que no cualquiera puede reclamar. La diferencia es que ahora la limitación no depende de la destrucción material, sino de una convención algorítmica y social.

La escasez como construcción social

Los ejemplos revisados —el azúcar al mar, la plancha rayada, el DRM o el NFT— muestran una constante: la escasez no es un simple dato natural, sino una construcción social. Benjamin advirtió que la técnica altera la relación entre obra y público, diluyendo el aura. En el capitalismo digital, esa aura no desaparece sino que se reinscribe bajo nuevas formas: el influencer que escenifica autenticidad, el algoritmo que otorga visibilidad a unos y la niega a otros, la plataforma que vende acceso privilegiado.

La paradoja es evidente: en un mundo de abundancia material y digital, el valor sigue dependiendo de la capacidad de imponer límites. La escasez se ha convertido en una estrategia política y económica, no en un destino inevitable.

Conclusión

De la economía industrial a la digital, la lógica de la escasez ha acompañado la producción de valor. Ya sea destruyendo excedentes agrícolas, limitando tirajes artísticos o codificando restricciones en la nube, las sociedades han reinventado continuamente el modo de hacer que lo abundante parezca limitado. Benjamin comprendió que la técnica transforma el aura, pero no la extingue: lo singular nunca se pierde del todo, solo se reinventa. Hoy asistimos a una etapa en la que la escasez es más artificial que nunca, fabricada en código, mercado y performance. Reconocerlo es fundamental para entender cómo se organiza el poder en la era digital.

Bibliografía / Referencias

  • Benjamin, W. (2003). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. México: Ítaca.
  • Baudrillard, J. (2009). La sociedad de consumo. Madrid: Siglo XXI.
  • Bourdieu, P. (1988). La distinción: Criterio y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus.
  • Lessig, L. (1999). Code and Other Laws of Cyberspace. Nueva York: Basic Books.
  • Varian, H. (1998). Markets for Information Goods. California Management Review, 41(4).
  • Graw, I. (2010). High Price: Art Between the Market and Celebrity Culture. Berlín: Sternberg.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Areopagitica 2.0: John Milton y la Libertad de Expresión en la Era Digital

El punto de vista crea el objeto: La universalidad de la teoría de F. de Saussure

Impacto de la revolución lingüística Saussureana en el pensamiento moderno