Studium, Punctum y la imagen artificial: Barthes en la era de la máquina
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La monja. AI generated image |
Introducción
En 1980, Roland Barthes publicó La cámara lúcida, un libro que se convertiría en una de las reflexiones más influyentes sobre la fotografía en el siglo XX. Allí formuló dos categorías fundamentales —studium y punctum— que buscaban dar cuenta de la experiencia estética y afectiva frente a la imagen. Más de cuarenta años después, el horizonte visual ha cambiado radicalmente: las fotografías tradicionales conviven con imágenes generadas por inteligencia artificial, donde no hay lente, ni cámara, ni “realidad” en el sentido clásico. Surge entonces una pregunta ineludible: ¿pueden studium y punctum trasladarse al universo de la creación algorítmica? ¿O bien deben redefinirse para dar cuenta de la nueva punzada estética en un mundo digital?
Barthes y la fotografía: Studium y Punctum
Barthes distingue entre dos modos de relación con la fotografía. El studium corresponde al campo cultural y compartido: “El studium es la aplicación a una cosa, el gusto por alguien, una especie de inversión general, entusiasta pero sin agudeza particular” (Barthes, 1980, p. 48). Allí se inscribe lo que el fotógrafo quiso comunicar, el marco histórico, los códigos artísticos reconocibles.
El punctum, en cambio, es aquello que escapa a la intención y aparece como detalle inesperado que atraviesa al espectador: “El punctum de una foto es ese azar que en ella me despunta (pero que también me lastima, me punza)” (Barthes, 1980, p. 49). No toda imagen lo posee; cuando surge, actúa como una aguja que perfora la percepción y la memoria.
Un ejemplo citado con frecuencia es la fotografía de un grupo de militares nicaragüenses donde, por azar, una monja aparece en segundo plano. Ese detalle accidental, no previsto por el fotógrafo, constituye el punctum: un punto que hiere porque fue real, porque estuvo allí. De hecho, la fuerza del punctum proviene de la dimensión ontológica de la fotografía, su vínculo con el tiempo pasado y con lo que Barthes resumía en la fórmula “ça a été” (“eso ha sido”).
Del ojo al algoritmo: el Studium en la era de la IA
El escenario cambia cuando ya no se trata de capturar la realidad con una cámara, sino de generar imágenes mediante algoritmos. Aquí el studium puede identificarse con la intención del usuario que escribe un prompt. Así como el fotógrafo seleccionaba encuadre, tema y técnica, hoy el ingeniero de prompt define descriptores textuales que orientan el trabajo del modelo.
Además, el studium se extiende al archivo cultural contenido en los datasets con los que la IA fue entrenada. Allí se acumulan estilos, convenciones, géneros visuales y estéticas reconocibles, que condicionan los resultados. El espectador puede leer esos elementos y situarlos en un horizonte cultural, como lo hacía frente a la fotografía.
En este sentido, el studium sigue siendo lo comprensible y lo legible, aunque mediado ya no por el ojo del fotógrafo, sino por la escritura técnica y la vasta memoria estadística de la máquina. Aquí resuena lo que Vilém Flusser llamó “programa” del aparato fotográfico: un conjunto de posibilidades previamente codificadas. La IA radicaliza este principio al expandir exponencialmente las variaciones posibles.
Lo inesperado en la máquina: el Punctum algorítmico
La cuestión más delicada es el estatuto del punctum en la era digital. En la fotografía, se trataba de un detalle azaroso del mundo real. En la IA, no existe ese vínculo con lo que “ha sido”. Sin embargo, persiste un margen de lo inesperado, ahora producido por la opacidad del algoritmo.
El punctum algorítmico puede adoptar diversas formas:
- Un detalle emergente: un gesto extraño en un rostro, una sombra imprevista, un color fuera de lugar.
- Un error inquietante: las célebres manos deformes o los rostros distorsionados que aparecen en ciertos outputs.
- El misterio del proceso técnico: la propia incomprensibilidad de cómo la IA traduce un texto en una imagen convincente.
Más que azar “real”, se trata de emergencia estadística. No obstante, para el espectador, la experiencia afectiva puede ser similar: la punzada estética se mantiene, aunque se origina en otro lugar.
La alucinación como nuevo Punctum
En el campo de la inteligencia artificial se habla de alucinaciones cuando el modelo produce resultados que no corresponden al input o que no tienen fundamento verificable. En el caso de las imágenes, puede ser un objeto imposible, una arquitectura incoherente o un atributo que contradice el prompt.
A primera vista, esto parece muy distinto del punctum barthesiano: no se trata de un detalle real que sorprende, sino de un error de correlación. Sin embargo, cuando la alucinación suscita en el espectador una reacción afectiva —inquietud, extrañeza, fascinación—, entonces puede ocupar esa función punzante.
La diferencia es crucial: la fotografía decía “eso ha sido”. La imagen generada por IA puede insinuar lo contrario: “esto nunca ha sido”. Y, sin embargo, ese “nunca” no carece de efecto; al contrario, hiere porque exhibe lo imposible o lo monstruoso. Quizá lo más adecuado sea decir que no niega el referente, sino que lo desplaza hacia el terreno de lo simulado: esto podría haber sido. Aquí la reflexión se acerca a Baudrillard, para quien la imagen digital no representa, sino que se convierte en un simulacro autónomo.
Conclusión
Los conceptos de studium y punctum permiten iluminar la experiencia estética de las imágenes generadas por inteligencia artificial, aunque con desplazamientos significativos. El studium se manifiesta en el prompt y en el archivo cultural que organiza la producción. El punctum se transforma en detalle emergente, error algorítmico o incluso en alucinación.
La punzada ya no es garantía de que “eso ha sido”, sino apertura a un territorio incierto donde la opacidad de la técnica reemplaza al azar del mundo. En este tránsito de la fotografía a la IA se produce un descentramiento del referente: la herida no proviene del pasado real, sino del enigma digital.
La pregunta final es inevitable: ¿necesitamos un nuevo término, más allá de punctum, para designar esta punzada artificial que nos hiere aunque “nunca haya sido”?
Referencias
- Barthes, R. (1980). La chambre claire. Note sur la photographie. Paris: Gallimard/Seuil.
- Barthes, R. (1989). La cámara lúcida. Trad. Joaquim Sala-Sanahuja. Barcelona: Paidós.
- Batchen, G. (1997). Burning with Desire: The Conception of Photography. MIT Press.
- Flusser, V. (2002). Filosofía de la fotografía. Madrid: Síntesis.
- Steyerl, H. (2009). In Defense of the Poor Image. e-flux Journal, 10.
- Baudrillard, J. (1981). Simulacres et simulation. Paris: Galilée.
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