Del aura al algoritmo: Actualizando a Benjamin y Valéry en la era de la IA

Introducción

¿Qué sucede con la esencia del arte cuando se transforman sus fundamentos técnicos? Esta pregunta preocupaba a los pensadores de comienzos del siglo XX frente a la irrupción de la fotografía, el cine y la radio. Paul Valéry captó el alcance del problema en 1928, al señalar que las bellas artes, establecidas en épocas de limitado dominio humano sobre la materia, ya no podían permanecer intactas frente al avance científico. Walter Benjamin desarrolló esta intuición en su célebre ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, sosteniendo que la posibilidad de reproducir transformaba no solo la forma de los objetos artísticos, sino también su función cultural y su aura.

Hoy, con el ascenso de la inteligencia artificial, estas reflexiones reclaman una revisión. Así como la reproductibilidad redefinió el arte en tiempos de Benjamin, la generación algorítmica está modificando la propia idea de creatividad. Este artículo traza una trayectoria histórica desde la profecía de Valéry hasta la teoría de Benjamin y el presente digital, mostrando cómo la estructura dual del arte —material e inmaterial— sigue mutando bajo la presión tecnológica.

La profecía de Paul Valéry

En La conquête de l’ubiquité, Valéry observa: “En todas las artes existe un componente físico que ya no puede ser considerado ni tratado como antes, que no puede permanecer ajeno a nuestro moderno saber y poder” (Valéry, 1964). Ese componente tangible abarca los pigmentos, la piedra, los instrumentos o la voz humana, mientras que su contraparte —espiritual o conceptual— comprende la imaginación, la invención y la forma artística. Para Valéry, los avances científicos estaban transformando la base material, lo que hacía imposible que la dimensión expresiva o intelectual quedara intacta. Y advertía: “Debemos esperar que grandes innovaciones transformen la técnica entera de las artes, afectando con ello a la invención artística misma y quizá incluso produciendo un cambio sorprendente en nuestra noción de arte” (Valéry, 1964). Cuando el medio físico evoluciona bajo la influencia técnica, la dimensión inmaterial —idea, belleza, originalidad— tampoco puede permanecer estática.

El marco de Walter Benjamin

Benjamin llevó la intuición de Valéry a un marco histórico-filosófico. Su ensayo, conocido en castellano como La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (Benjamin, 2003), no se limita a las máquinas, sino que analiza la reproductibilidad como condición estructural que redefine la ontología del arte.

El centro de su argumentación es el concepto de aura, la presencia irrepetible de una obra en un tiempo y un espacio. El aura depende de la singularidad —la existencia única de una pintura, la función ritual de una escultura—. La reproducción mina esa unicidad: las fotografías se copian infinitamente, el cine se proyecta de forma simultánea en distintos continentes. Con este cambio, el arte pasa de un valor de culto, ligado a la tradición, a un valor de exhibición, orientado a la percepción de masas.

Benjamin radicaliza así la intuición de Valéry. Mientras que este preveía que las nuevas técnicas modificarían las condiciones del arte, Benjamin muestra cómo la reproductibilidad desmantela el aura y reorganiza las funciones sociales y políticas de lo artístico. La fotografía y el cine no son simples prolongaciones de formas previas: transforman el sentido del arte y su lugar en la sociedad, habilitando tanto usos emancipadores como manipuladores.

Analogía con el lenguaje

La analogía estructural con la lingüística es reveladora. En Saussure, un cambio en el significante afecta al significado; en Valéry, las transformaciones del soporte material alteran la dimensión espiritual; en Benjamin, la reproductibilidad impacta en el aura y en la función social. En cada caso se muestra una dualidad histórica donde forma y sentido coevolucionan.

Si el significante se modifica —del habla a la imprenta, de la imprenta al texto digital—, el significado se desestabiliza. Del mismo modo, cuando el soporte material del arte cambia —del pigmento a la fotografía, de la cinta fílmica al píxel digital—, la noción misma de lo que cuenta como arte se vuelve provisional. La originalidad de Benjamin radica en vincular esa inestabilidad estructural con la percepción y la política: las obras reproducibles pueden emancipar o manipular a los públicos, según su contexto.

Actualización en la era de la IA

Casi un siglo después, estas preguntas reaparecen con intensidad inédita. La inteligencia artificial transforma la base material del arte en modos que ni Valéry ni Benjamin hubieran podido prever. Hoy el sustrato de la creación es virtual: conjuntos de datos, código, redes neuronales y cómputo en la nube reemplazan a la piedra, la pintura o la cinta de celuloide.

Las consecuencias para la dimensión conceptual son profundas. La autoría se distribuye: ¿es artista el programador, el usuario que formula las instrucciones, o los innumerables autores cuyos trabajos entrenaron al modelo? La creatividad se redefine como recombinación y reconocimiento de patrones en vastos archivos, más que como inspiración solitaria.

Los conceptos de Benjamin iluminan este paisaje. El aura parece erosionada: la IA genera variaciones infinitas de estilos, imágenes o sonidos. Sin embargo, pueden emerger nuevas formas de aura en la originalidad de los prompts, la curaduría de resultados o la resonancia cultural de ciertas obras virales. El valor de exhibición se intensifica hasta convertirse en hiper-exhibición: la IA inunda las plataformas sociales con imágenes y textos que superan la capacidad de atención humana. También aquí se juegan riesgos políticos: mientras la IA facilita la creación democratizada y nuevas formas de expresión, también habilita deepfakes, persuasión sintética y manipulación algorítmica.

Si Benjamin analizó la “obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, hoy podríamos hablar de la “obra de arte en la época de su reproductibilidad algorítmica”. La lógica estructural se mantiene: las transformaciones en el fundamento material repercuten en la esfera conceptual, reconfigurando nuestra comprensión del arte mismo.

Conclusión

Valéry anticipó que la ciencia moderna transformaría tanto la técnica artística como la noción misma de arte. Benjamin teorizó las consecuencias en términos de reproductibilidad, aura y política. Hoy, la inteligencia artificial prolonga y acelera esa trayectoria, cuestionando la dualidad misma de la creación. El sustrato físico se ha vuelto algorítmico, la dimensión conceptual se distribuye, y la definición misma de arte está en mutación.

Lejos de volver obsoleta la reflexión de Benjamin, la IA confirma su intuición: el arte es inseparable de sus condiciones técnicas. Lo que presenciamos no es el final del desarrollo artístico, sino un nuevo capítulo en el diálogo continuo entre materia y sentido, entre significante y significado.

Referencias

  • Benjamin, W. (2003). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (Trad. A. Echeverría). México: Ítaca.
  • Saussure, F. de. (2005). Curso de lingüística general (Ed. C. Bally y A. Sechehaye, trad. A. Alonso). Buenos Aires: Losada. (Obra original publicada en 1916).
  • Valéry, P. (1964). Piezas sobre el arte. En Obras (Vol. II). París: Gallimard, Bibliothèque de la Pléiade.

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