En el centro del margen: Derrida, Žižek y la ilusión del origen

The Debate. AI art
Introducción

El debate de 2019 entre Slavoj Žižek y Jordan Peterson, celebrado en Toronto, fue presentado como una confrontación entre el marxismo y el capitalismo. Sin embargo, más allá de los sistemas económicos o la política identitaria, uno de los momentos más reveladores se produjo cuando Žižek expresó su disgusto no tanto por el capitalismo o la ideología, sino por la marginalidad misma. Al reaccionar ante lo que percibía como una valorización posmoderna de la resistencia sin subversión real del poder, comentó:

“Ni siquiera los llamemos marxistas, sino ‘revolucionarios’. Es ese goce de la auto-marginalización. Lo bueno es estar en el margen, no en el centro. Casi me da nostalgia por los viejos comunistas que al menos tenían la honestidad de decir: ‘No disfrutamos estar en la marginalidad—queremos tomar el poder’. Encuentro esta celebración de la marginalidad repugnante.” (mi traducción)

Este momento resulta impactante no sólo en términos políticos, sino también filosóficos. El lenguaje de Žižek implica un rechazo del “margen” como lugar de impotencia y retirada. Sin embargo, para Jacques Derrida, quizás la figura más influyente asociada al posmodernismo, el margen no es meramente periférico: es constitutivo de la estructura misma que parece estar fuera de él. En el pensamiento de Derrida, el centro no precede al margen; más bien, el centro se imagina a través de la exclusión del margen. El compromiso de Žižek con una centralidad revolucionaria podría, por tanto, oscurecer la lógica filosófica más profunda que Derrida expone: el centro es un efecto, no una causa.

La deconstrucción derridiana del centro y el margen

En su conferencia de 1966 La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas, Derrida pronuncia una frase ya célebre:

“El centro no es el centro.” (mi traducción)

Esta frase críptica captura un giro sísmico en el pensamiento filosófico. Lo que durante mucho tiempo se consideró el fundamento estable del significado—ya fuera Dios, la razón, la presencia o la verdad—se revela como un constructo artificial, introducido para frenar el juego libre de la estructura. Según Derrida, la historia de la metafísica es la historia de sustituciones de un centro por otro, cada uno instalado para cubrir la ausencia de un origen.

En De la gramatología, Derrida reorienta la atención hacia lo que se había considerado marginal: la escritura, el suplemento, la huella. Estos elementos, tratados durante mucho tiempo como secundarios respecto al habla o la presencia, resultan ser los que estructuran y acechan a los sistemas que los excluyen. Escribe:

“Lo exterior mantiene una relación con lo interior que, como siempre, está lejos de ser una simple exterioridad. El sentido del exterior siempre ha estado ya atrapado en el interior…”
(mi traducción; Derrida, 1978, p. 183)

En este marco, el margen no es externo sino que ya está plegado en la lógica del centro. El suplemento—eso que parece añadir algo a un todo completo—revela en cambio que ese todo nunca fue completo desde el principio. No hay presencia pura, ni centro incontaminado. Como señala más adelante en Márgenes de la filosofía:

“Sólo hay contextos sin ningún centro de anclaje absoluto.” (mi traducción; Derrida, 1997, p. 417)

La nostalgia de Žižek por el centro

La queja de Žižek sobre la política posmoderna refleja una postura metafísica distinta. Se burla de lo que considera la negativa a tomar el poder, a ocupar el centro del cambio social. En contraste con Derrida, Žižek mantiene cierta fidelidad a la totalidad hegeliano-marxista, donde las contradicciones se superan en una unidad superior y la historia tiene dirección.

Sin embargo, en su rechazo del “goce de la auto-marginalización”, Žižek corre el riesgo de recaer en el gesto logocéntrico que Derrida critica. Buscar el centro, idealizarlo como el lugar de eficacia política genuina, implica asumir que está separado de lo que excluye. Pero como muestra Derrida, el centro sólo funciona al constituir su margen, y el margen, a su vez, revela la inestabilidad de la pretensión del centro al origen.

En otras palabras, el disgusto de Žižek por la marginalidad podría basarse en la ilusión de que el centro es un lugar a ser ocupado, en lugar de una función de exclusión y represión. Cuando dice: “Queremos tomar el poder”, queda la pregunta: ¿dónde está ubicado ese poder, y quién lo define? ¿No es acaso el “poder” una estructura determinada por lo que niega?

Marxismo y posmodernismo: una falsa dicotomía

El contexto más amplio del debate entre Žižek y Peterson gira en torno a otra dicotomía: la supuesta oposición entre marxismo y posmodernismo. Peterson sostiene que los “neomarxistas posmodernos” han reemplazado la lucha de clases por la política de identidad. Žižek responde negando la existencia de tal grupo:

“¿Dónde encontraste eso? Yo no los conozco. Te preguntaría: dame algunos nombres. ¿Quiénes son los marxistas aquí? Eso que describes como neo-marxismo posmoderno… ¿dónde está el elemento marxista en eso? ”  (mi traducción))

Sin embargo, este intercambio pierde de vista un punto más profundo: la historia de la teoría crítica no está compuesta por sistemas cerrados, sino por contaminaciones cruzadas. Pensadores como Derrida, Foucault, Deleuze e incluso Lacan fueron moldeados por marcos marxistas antes de reelaborarlos. Espectros de Marx (1995) de Derrida reconoce explícitamente su deuda con Marx. Foucault comenzó su carrera con vínculos con el Partido Comunista Francés. Althusser interpretó el psicoanálisis lacaniano a través de categorías marxistas.

Estas migraciones intelectuales sugieren que el umbral entre el marxismo y el posestructuralismo es poroso, no absoluto. Enmarcar al posmodernismo como una traición al marxismo, o negar cualquier continuidad, es imponer límites falsos a tradiciones que ya están internamente divididas y en constante movimiento.

Conclusión: El fantasma del centro

La filosofía de Derrida nos invita a repensar no solo el significado textual sino también la imaginación política. El margen, lejos de ser un lugar de impotencia o retirada, revela las exclusiones constitutivas mediante las cuales cualquier sistema—incluida la política revolucionaria—se define a sí mismo. Cuando Žižek expresa añoranza por una política de centralidad, podría estar pasando por alto que el centro es una huella, no una ubicación. Está acechado por los márgenes mismos que intenta suprimir.

Celebrar la marginalidad, entonces, no es renunciar a la historia, sino reconocer el juego dinámico mediante el cual todo significado y poder están estructurados. La crítica de Žižek puede aplicarse a formas superficiales de encierro identitario, pero Derrida nos enseña a mirar más allá: hacia la base inestable que hay debajo de toda posición de poder.

Referencias

Derrida, J. (1978). De la gramatología (trad. de A. Álvarez). Siglo XXI Editores.
Derrida, J. (1997). Márgenes de la filosofía (trad. de A. del Rosario). Cátedra.
Derrida, J. (1995). Espectros de Marx: El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional (trad. de J. Vázquez). Trotta.
Žižek, S. & Peterson, J. (2019). Debate Žižek vs. Peterson. Sony Centre, Toronto. [Video en línea].

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