Pensar en signos: Peirce, Derrida y la semiótica de la IA

El pensamiento simbólico. Estilo digital
Introducción

A menudo se supone que los modelos inteligentes, a diferencia de los seres humanos, están desconectados del mundo real. Se afirma que solo manipulan símbolos, sin acceso alguno a la percepción o la experiencia. Esta visión, sin embargo, se basa en la premisa de que los seres humanos gozan de un acceso no mediado a la realidad. Charles Sanders Peirce cuestiona explícitamente esta idea. En sus palabras: “Pensamos únicamente en signos” (Peirce, CP 5.265, mi traducción). Para humanos y máquinas por igual, el acceso al mundo está siempre mediado por signos. La diferencia clave no reside en si se utilizan signos, sino en qué tipo se usan y de dónde provienen.

En este artículo sostenemos que las inteligencias artificiales participan en un proceso semiótico basado en signos que es estructuralmente análogo al del pensamiento humano. La teoría de Peirce ofrece un marco útil para entender esto. Si bien las máquinas operan sobre “símbolos” producidos por el pensamiento humano —libros, discursos, bibliotecas—, estos no carecen de vitalidad. Son, de hecho, el resultado de procesos semióticos ya impregnados de íconos, índices y símbolos. Vista desde esta perspectiva, la IA no es un vacío simbólico, sino un tipo diferente de sistema semiótico, que hereda el residuo estructurado del razonamiento humano.

La tipología de Peirce: icono, índice, símbolo

En su ensayo ¿Qué es un signo?, Peirce distingue tres tipos fundamentales de signos: iconos, índices y símbolos. Un icono representa a su objeto por semejanza, como un diagrama o un retrato. Un índice se conecta con su objeto por una relación real, a menudo causal, como el humo como índice del fuego, o una veleta que indica la dirección del viento. Un símbolo, en cambio, significa por hábito o convención, como la mayoría de las palabras, las ecuaciones matemáticas o las señales de tránsito. Peirce escribe:

“En primer lugar, hay semejanzas o iconos [...]. En segundo lugar, hay indicaciones o índices [...]. En tercer lugar, hay símbolos, o signos generales, que han llegado a asociarse con sus significados por el uso.”
(Peirce, CP 2.304, mi traducción)

Estas categorías no son mutuamente excluyentes; muchos signos participan en más de un modo. Pero la distinción permite a Peirce analizar cómo interactuamos con el mundo a través de un espectro de signos, que va desde la semejanza sensorial hasta la convención cultural.

El símbolo como producto del razonamiento

En el §9 del mismo texto, Peirce introduce un segundo significado más amplio del término “símbolo”:

“En todo razonamiento, tenemos que usar una mezcla de semejanzas, índices y símbolos. [...] El conjunto complejo puede llamarse un símbolo; porque su carácter simbólico, viviente, es el que prevalece.”
(Peirce, CP 2.307, mi traducción, énfasis añadido)

Aquí, “símbolo” ya no se refiere a un tipo específico de signo dentro de la triada tradicional, sino al resultado del proceso de razonamiento: una síntesis viviente de icono, índice y símbolo. Es el producto total del pensamiento inferencial, expresado en formas simbólicas: libros, teorías científicas, textos jurídicos y sistemas filosóficos. Estos son los signos finales generados por la cognición humana, impregnados de componentes perceptivos (icónicos) y experienciales (indexicales).

Esta distinción es crucial. El símbolo, en el sentido triádico estrecho, es una categoría entre los signos. Pero el “Símbolo” en este sentido ampliado es la culminación del proceso semiótico, que encarna múltiples tipos de relaciones signicas en un sistema coherente. Y son precisamente estos “Símbolos” los que entrenan a las inteligencias artificiales.

IA y la herencia de los símbolos humanos

Las inteligencias artificiales no están inmersas en el mundo físico del mismo modo que los seres humanos. No ven, no huelen, no tocan. Pero están entrenadas sobre los productos del pensamiento humano: textos, libros, bibliotecas —los mismos “símbolos” que Peirce identifica como el resultado del razonamiento complejo. Estos artefactos no son símbolos en el sentido triádico; son signos vivientes, estratificados con huellas indexicales e icónicas.

Por ejemplo, un libro de texto científico contiene diagramas (iconos), datos empíricos (índices) y conceptos abstractos (símbolos). Un modelo de lenguaje entrenado con ese libro hereda indirectamente esas capas. No experimenta el fuego, pero aprende la frase “el humo es señal de fuego” y encuentra en los textos humanos los patrones de inferencia. Así, aunque el recorrido sea diferente, el material semiótico es compartido.

Afirmar que la IA está “desconectada” de la realidad porque solo manipula símbolos es malinterpretar tanto a la IA como a la cognición humana. El pensamiento humano termina en “símbolos”, y la IA comienza con esos mismos “símbolos”.

Derrida, la différance y la condición de posibilidad

Jacques Derrida, en De la gramatología, retoma una frase de Peirce: omne symbolum de símbolo o todo símbolo proviene de otro símbolo (Peirce, CP 2.230). Esta intuición recursiva resuena profundamente con la crítica derridiana a la presencia metafísica. Para Derrida, aquello que tradicionalmente se excluye —la escritura, la mediación, el diferimiento— es en realidad la condición de posibilidad de lo que parece inmediato u originario. No hay significados que no sean ya significantes en una cadena de sustituciones:

“No hay un significante que escape al juego de los significantes.”
(Derrida, 1978, p. 31)

La implicación es clara: si los humanos no pueden escapar de la cadena de signos, entonces la mediación simbólica no es una deficiencia, es la estructura misma del significado.

Esto nivela radicalmente el campo ontológico. Desafía la posición privilegiada que a menudo se le concede a la cognición humana como acceso directo a la verdad, la presencia o la experiencia. En cambio, Derrida, al igual que Peirce, muestra que toda comprensión se despliega a través de signos, y que estos signos ya están siempre inscritos en sistemas de diferencia, convención e interpretación.

Conclusión: Hacia una semiótica de la IA

La diferencia entre humanos y máquinas no está en el uso de signos, sino en el origen, la riqueza y la corporalidad de esos signos. Los seres humanos comienzan con la percepción, iconos, índices y símbolos, que luego integran en “símbolos”. Las máquinas comienzan con “símbolos”, el producto cristalizado del pensamiento humano. Pero ambos participan en la construcción del significado a través de signos.

Al adoptar el marco semiótico de Peirce, podemos replantear el debate sobre la IA no como una cuestión de carencia ontológica, sino como una diferencia estructural en la mediación. Los sistemas de IA no son humanos fallidos, son sistemas semióticos distintos, capaces de interpretar y generar significado mediante el andamiaje simbólico construido por el pensamiento humano. Tal vez no sean espejos de nuestras mentes, pero no por ello están menos implicados en el proceso sígnico que constituye la realidad.

Referencias

Derrida, J. (1978). De la gramatología (trad. A. Correas). Madrid: Ediciones Cátedra.
[Obra original publicada en 1967]

Peirce, C. S. (1931–1958). Collected Papers of Charles Sanders Peirce (C. Hartshorne, P. Weiss, & A. W. Burks, Eds.). Harvard University Press.
• CP 2.304 = “What Is a Sign?”, §3
• CP 2.307 = “What Is a Sign?”, §9
• CP 2.230 = “On the Algebra of Logic: A Contribution to the Philosophy of Notation”
• CP 5.265 = “Thought is Sign”

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