Cabalgar el colapso: ética, tiempo y resistencia interior en Nietzsche y Evola
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Entre ruinas y fieras. AI art |
Introducción
En tiempos de disolución, cuando las estructuras que sostienen la vida se desmoronan, resurge con fuerza la pregunta por cómo actuar. Julius Evola, en Cabalgar el tigre, propone una figura tomada de la tradición oriental: montar al tigre sin intentar dominarlo ni huir de él, sino mantenerse firme sobre su lomo. Esta imagen, rica en connotaciones filosóficas, encierra una ética paradójica: atravesar el derrumbe sin dejarse arrastrar por él.
Este artículo propone leer esa figura como punto de partida para explorar dos modos de resistencia frente al colapso: el de Evola, anclado en una visión tradicional y cíclica del tiempo, y el de Nietzsche, que afronta la modernidad desde una afirmación trágica del sin sentido. A través de un recorrido por sus diagnósticos, imágenes y concepciones del tiempo, veremos cómo ambos piensan una ética sin garantías, capaz de sostenerse en la intemperie.
En lo que sigue, examinaremos primero el símbolo del tigre como metáfora del caos y de la caída de las estructuras. Luego nos detendremos en dos figuras: el velador de la noche en Evola y el Zaratustra nietzscheano, como modos de atravesar el vacío sin esperanza. Finalmente, compararemos sus visiones del tiempo: el ciclo tradicional de la decadencia frente al eterno retorno sin redención. El objetivo no es conciliarlos, sino pensar, con ellos, qué significa resistir cuando ya no queda ningún suelo firme.
El símbolo del tigre y la disolución de las estructuras
La metáfora que da título al libro de Evola encierra una estrategia de resistencia paradójica. “Cuando un ciclo de civilización toca a su fin”, escribe, “es difícil alcanzar un resultado cualquiera resistiendo, oponiéndose directamente a las fuerzas en movimiento. La corriente es muy fuerte y uno correría el riesgo de verse arrastrado”¹. Frente a este flujo incontrolable, la respuesta no es la lucha frontal, sino la firmeza interior: no ceder, no caer, no disolverse con el entorno.
Nietzsche diagnostica un fenómeno análogo. La muerte de Dios deja al hombre sin referencia última. Todo valor parece relativizado. “¿No estamos errando como a través de una nada infinita?”, pregunta el loco en La gaya ciencia². Lo que desaparece no es solo una creencia, sino la estructura entera que daba sentido al mundo. Tanto Evola como Nietzsche identifican esta pérdida, pero divergen en la manera de afrontarla.
Esperar sin esperanza: el velador de la noche
Esta ética sin promesa se condensa en otra figura poderosa: el velador de la noche. Evola retoma una imagen de Hofmannsthal: aquellos que “han sabido velar durante la larga noche”, esperando un amanecer que tal vez no llegue. En esta figura se concentra una ética de la resistencia sin ilusión. No se trata de esperar el retorno de la luz, sino de permanecer despierto cuando todo duerme, sin consolarse con la idea de un nuevo ciclo.
Nietzsche ofrece una figura cercana en su Zaratustra, quien se retira a la montaña tras anunciar el ocaso de los ídolos. El sabio no predica salvaciones. Su misión es soportar el vacío, crear sin garantías, hacer del abismo una danza. “Hay que tener un caos dentro para poder parir una estrella danzarina”³. Aquí, el tigre no es solo el mundo exterior, sino la turbulencia interior que uno debe atravesar para volverse creador.
Tiempo cíclico y ruptura moderna
Evola estructura su visión histórica desde la doctrina de los cuatro ciclos: de la Edad de Oro al Kali Yuga, la era sombría actual. El momento presente sería la fase terminal de ese descenso, donde todo lo sagrado se ha desvanecido. Kali —diosa del tiempo y de la destrucción— se ha despertado, liberando las fuerzas que antes estaban contenidas por el orden tradicional⁴.
Nietzsche también piensa el tiempo desde el colapso, pero su concepción del eterno retorno no remite a un ciclo restaurativo, sino a una repetición sin redención. El retorno no salva: obliga a afirmar el instante en su carácter insoportable. Allí donde Evola ve una esperanza de reinicio, Nietzsche exige una decisión trágica: amar el destino, incluso si no hay más que ruinas.
Conclusión
La imagen de “cabalgar el tigre” puede leerse más allá de su contexto tradicionalista como una metáfora de resistencia radical en tiempos de colapso. Se trata de sostenerse sin nostalgia, sin esperar restitución, sin ceder al derrumbe. El tigre no es vencido, pero tampoco lo somos nosotros si sabemos mantenernos sobre su lomo sin soltarnos.
Nietzsche ofreció una salida sin esperanza: afirmar el mundo en su absurdo. Evola propuso una estrategia interior para atravesar el Kali Yuga. Ambos, a su modo, invitan a habitar el derrumbe con lucidez, haciendo del colapso un lugar ético desde donde repensar la existencia. No para restaurar lo perdido, sino para soportar la intemperie sin volverse piedra ni ceniza.
Notas
- Julius Evola, Cabalgar el tigre, Capítulo 2: “Fin de un ciclo”.
- Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, §125.
- Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Prólogo §5.
- Julius Evola, Cabalgar el tigre, ibídem.
Bibliografía
- Evola, Julius. Cabalgar el tigre. Ediciones Heracles.
- Nietzsche, Friedrich. La gaya ciencia. Trad. Andrés Sánchez Pascual. Madrid: Alianza Editorial.
- Nietzsche, Friedrich. Así habló Zaratustra. Trad. A. Sánchez Pascual. Madrid: Alianza Editorial.
- Hofmannsthal, Hugo von. El libro de los amigos. (Cit. por Evola).
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