Del pesimismo a la afirmación: El mito de Sileno y la despedida de Sócrates en la filosofía de Nietzsche
![]() |
King Midas and the Wise Silenus. AI art |
Introducción
La filosofía de Friedrich Nietzsche suele ser malinterpretada como una caída en el nihilismo. Sin embargo, en su núcleo se encuentra un intento audaz de confrontar la dimensión trágica de la existencia y transformarla — no negando su dureza, sino reinterpretándola mediante la fuerza, el instinto y la creatividad. Dos símbolos poderosos están al umbral de su pensamiento: el mito de Sileno de El nacimiento de la tragedia y las enigmáticas últimas palabras de Sócrates en El ocaso de los ídolos. Ambos transmiten un profundo pesimismo cultural. Sin embargo, Nietzsche no se limita a repetir su desesperanza. Más bien identifica su tono trágico como síntoma de una vida en declive y propone una inversión: que la afirmación, no la renuncia, es la respuesta superior al sufrimiento humano.
La sabiduría de Sileno: una visión trágica
En la tercera sección de El nacimiento de la tragedia, Nietzsche recuerda un mito de la antigüedad. El rey Midas busca el consejo de Sileno, compañero de Dionisio, para saber qué es lo mejor para la humanidad. La respuesta, arrancada del vidente reacio, es devastadora:
“Hay una antigua historia que dice que el rey Midas cazó durante mucho tiempo en el bosque al sabio Sileno, compañero de Dionisio, sin capturarlo. Cuando finalmente cayó en sus manos, el rey preguntó qué era lo mejor y más deseable para el hombre. Fijo e inmóvil, el demonio permaneció en silencio; hasta que finalmente, obligado por el rey, estalló con una risa aguda en estas palabras: ‘¡Oh, raza miserable de un día, hijos del azar y de la miseria, ¿por qué me obligáis a deciros lo que sería más conveniente para vosotros no escuchar? Lo mejor de todo está para siempre fuera de vuestro alcance: no haber nacido, no ser, ser nada. Sin embargo, lo segundo mejor para vosotros es morir pronto.’” (Nietzsche, 1993).
Este pronunciamiento resume la forma más antigua de pesimismo, que retrata la existencia como una carga tan intolerable que la no existencia es preferible. Para Nietzsche, este mito refleja una confrontación honesta con el terror y el caos que subyacen a la vida. No es un simple cuento, sino una articulación destilada del horror inherente al ser. Esta “sabiduría silénica” ejemplifica la profunda melancolía que impregnaba la conciencia griega temprana — un luto por la vida misma.
Sin embargo, Nietzsche ve en esta desesperanza no un punto final sino un desafío. Mientras Sileno habla del horror de la existencia, los griegos respondieron no con retirada sino con la creación del arte. Desde el abismo dionisíaco, generaron belleza — mediante el mito, la música y la tragedia. El arte, sugiere Nietzsche, no es una escapatoria de la verdad sino un medio para soportarla.
Las últimas palabras de Sócrates: la muerte como cura
El mismo impulso trágico emerge de otro modo en El ocaso de los ídolos. En “El problema de Sócrates”, Nietzsche analiza las últimas palabras del filósofo según Platón: “Le debo un gallo a Asclepio.”
“En todas las épocas los más sabios siempre han estado de acuerdo en su juicio sobre la vida: no es buena. En todos los tiempos y lugares las mismas palabras han estado en sus labios, — palabras llenas de duda, melancolía, hastío de la vida, hostilidad hacia la vida. Hasta las últimas palabras de Sócrates fueron: —‘Vivir — significa estar enfermo mucho tiempo: le debo un gallo al dios Esculapio.’ Incluso Sócrates se cansó de ello.”
Tradicionalmente, esta ofrenda al dios de la curación se ha interpretado como que la muerte es una especie de cura, y que la vida, por tanto, es una enfermedad. La serenidad de Sócrates ante la muerte se lee como un desapego noble, la liberación sabia del sufrimiento mundano.
Nietzsche, sin embargo, invierte esta valoración. Escribe: “Debe de haber alguna enfermedad aquí:”
“¿Qué prueba eso? ¿A qué apunta? Antaño la gente habría dicho (—¡oh, se ha dicho, y bien alto; nuestros pesimistas más que nadie!): ‘¡En todo caso debe haber algo de verdad en esto! El consenso sapientium es una prueba de verdad.’ —¿Diremos lo mismo hoy? ¿Podemos decirlo? ‘En todo caso debe haber alguna enfermedad aquí,’ respondemos. ¡Estos grandes sabios de todos los tiempos deberían ser examinados más de cerca! ¿Es posible que fueran, cada uno de ellos, un poco tambaleantes, debilitados, decadentes? ¿Acaso la sabiduría aparece en la tierra a la manera de un cuervo atraído por el leve olor a carroña?” (Nietzsche, 2005).
En lugar de aceptar la actitud del filósofo como sabiduría, Nietzsche la ve como patología. Sócrates no supera la vida, sino que huye de ella. Su abrazo a la razón, la lógica y la muerte como salvación señala no fuerza sino agotamiento. La supuesta serenidad del sabio moribundo oculta una negación más profunda: una incapacidad para afirmar la existencia en toda su compleja y desordenada totalidad.
La inversión de Nietzsche: de la enfermedad a la fuerza
Lo que une el mito de Sileno y el gallo socrático es un veredicto compartido: que la vida es una carga de la que es mejor escapar. Nietzsche toma estos veredictos en serio — pero no los afirma. En cambio, los reinterpreta como síntomas de decadencia y luego ofrece una alternativa basada en la vitalidad.
En El nacimiento de la tragedia, describe cómo los griegos respondieron a Sileno no sucumbiendo a la desesperación sino inventando la tragedia. El impulso dionisíaco — salvaje, extático, desmedido — fue moldeado por el impulso apolíneo hacia la armonía y la ilusión. Juntos permitieron a la humanidad enfrentar el sufrimiento sin ser destruida por él. El arte se convierte en la expresión más alta de la fuerza — no porque niegue el sufrimiento, sino porque le otorga sentido: “Sólo como fenómeno estético la existencia y el mundo están eternamente justificados” (Nietzsche, 1993).
En El ocaso de los ídolos, Nietzsche continúa esta estrategia exponiendo la negación de la vida inherente a la filosofía socrática. La razón, lejos de ser una herramienta neutral, se convierte en Sócrates en un arma contra el instinto. La ecuación Razón = Virtud = Felicidad no es una verdad sino una distorsión nacida de la debilidad. Para Nietzsche, tal racionalismo no es una cura sino otra forma de enfermedad — una negativa a abrazar el espectro completo de la vida.
En ambos textos, el método de Nietzsche es diagnóstico y transformador. Identifica los juicios pesimistas no como verdades sino como síntomas, y luego llama a un modo de ser más afirmativo — uno que encuentre alegría no en la huida sino en el compromiso.
Conclusión: la afirmación como resistencia
El mito de Sileno y el gallo socrático no son meramente expresiones de desesperación antigua; son, en manos de Nietzsche, barómetros culturales. Miden la salud o enfermedad de una cosmovisión. Donde otros ven sabiduría en la renuncia, Nietzsche detecta la marca de la decadencia. Su respuesta no es rechazar la realidad del sufrimiento, sino insistir en que debe ser enfrentado con coraje, remodelado mediante la creatividad y, en última instancia, afirmado.
El arte, el instinto y la vitalidad — estas son las fuerzas que Nietzsche opone a las fuerzas de la decadencia. En esta confrontación, la afirmación se convierte en un acto de resistencia. La vida, incluso en su oscuridad, exige no retirada sino transformación.
Referencias
Nietzsche, F. (1993). El nacimiento de la
tragedia y otros escritos (R. Geuss & R. Speirs, Eds. y trad.).
Cambridge University Press. (Obra original publicada en 1872)
Nietzsche, F. (2005). El ocaso de los ídolos (R. J. Hollingdale, trad.).
Penguin Books. (Obra original publicada en 1889)
Comentarios
Publicar un comentario