El arte en Nietzsche y Heidegger: Dos formas de superar la metafísica

Aletheia: Heidegger Unveils Nietzsche. AI art

Introducción

Durante dos milenios, el pensamiento occidental ató la belleza a un orden trascendente que ofrecía consuelo frente a la inestabilidad mortal. Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger se rebelan contra esa herencia; sin embargo, no renuncian al arte, sino que lo convierten en un medio para ir más allá de la metafísica bajo nuevos términos. Nietzsche transforma la creación artística en un festival de potencia vital, mientras que Heidegger vuelve a situar la obra como el lugar donde acontece la verdad. Sus proyectos divergentes iluminan dos modos no religiosos mediante los cuales el arte puede quebrar el viejo techo de la filosofía.

Nietzsche: transfiguración mediante la fuerza dionisíaca

En El nacimiento de la tragedia Nietzsche afirma célebremente: «Sólo como fenómeno estético está justificada eternamente la existencia» (Nietzsche, 2000/1872, §5). La frase rechaza el consuelo trascendental sin caer en el nihilismo: el arte redime la vida al absorber la agonía en ritmo, imagen y canto.

Esa alquimia depende de la tensión entre la forma apolínea y el arrebato dionisíaco. Apolo aporta proporción; Dioniso trae disolución extática. Entretejidos en la escena ática, estos impulsos permiten al espectador afrontar el sufrimiento sin huir hacia un más allá. Los escritos posteriores radicalizan la idea. El aforismo «Poseemos el arte para no perecer a causa de la verdad» (Crepúsculo de los ídolos, 2005/1889, «Escaramuzas» §24) desplaza el acento del consuelo a la auto‑supervivencia. Finalmente, los fragmentos póstumos identifican la belleza con una voluntad de poder intensificada: el arte es «el gran estímulo de la vida» (Nietzsche, 1968, §853).

Así, la vía nietzscheana más allá de la metafísica es la afirmación creativa. No existe un reino oculto; sólo la reinterpretación incesante del caos en formas que hacen danzar el tormento. El artista deviene legislador, forjando valores donde antes no los había.

Heidegger y el Unverborgenheit (desocultamiento): Más allá del subjetivismo estético

Medio siglo después, Heidegger sostiene que la estética occidental —de Platón a Kant— ha malinterpretado el arte al tratarlo como objeto de juicio estético. En El origen de la obra de arte escribe: «El arte es el poner‑en‑obra de la verdad» (Heidegger, 1977/1950, p. 182). La verdad aquí es aletheia: des‑ocultamiento, el instante en que algo emerge del escondite.

El proceso se despliega en la pugna entre mundo y tierra. Mundo designa el horizonte histórico de sentido compartido; tierra nombra la dimensión de lo que se retrae y resiste toda claridad plena. Un templo dórico o un poema de Hölderlin dramatizan ese conflicto, permitiendo que el Ser se muestre sin disolverse en conceptos. La belleza, si el término aún vale, no es una propiedad sino el evento mismo de la revelación.

En sus conferencias reunidas en varios volúmenes bajo el título Nietzsche, Heidegger se enfrenta abiertamente con su precursor. Aunque elogia el «grandioso intento de romper el hechizo del platonismo», Heidegger lo llama «el último metafísico de Occidente» (Heidegger, 1991, vol. I, p. 4) porque la voluntad de poder sigue funcionando como fundamento único. Heidegger busca, por ello, una salida más radical: un arte sin sostén, un acontecer que libere al pensamiento de todo fundamento.

Confrontación: ficción afirmativa vs. evento ontológico

Eje

Nietzsche

Heidegger

Propósito del acto artístico

Valorizar la vida forjando ficciones estimulantes

Permitir que el Ser se manifieste mediante la pugna de tierra y mundo

Estatus del creador

Legislador soberano de valores

Prácticamente suspendido; la atención se centra en la obra

Relación con la metafísica

La invierte: la voluntad sustituye a la razón, aunque sigue siendo un fundamento

La disuelve: sin fundamento último, sólo des‑ocultamiento

Belleza entendida como

Oleada de poder encarnado

Lugar de desocultamiento/Unverborgenheit(aletheia)

Ambos pensadores sostienen que la redención es inmanente, pero sus vías divergen. Nietzsche confía en la ficción generativa: el artista impone semblanza al caos y así dice a la existencia. Heidegger desconfía de la imposición y propone, en cambio, un claro (Lichtung) atento donde los entes puedan brillar por sí mismos. Para Nietzsche, el arte trágico corona el frenesí; para Heidegger, la obra abre un espacio donde frenesí y forma co‑pertenecen.

Conclusión

Al contraponer la transfiguración celebratoria de Nietzsche y el desvelamiento ontológico de Heidegger, asistimos a dos intentos de eludir la añoranza metafísica de un reino más allá de las apariencias. Uno vence la desesperación mediante la creación exuberante; el otro atiende al callado nacimiento de la verdad en la obra misma. Los debates contemporáneos —si el arte debe inventar significados o revelar dimensiones veladas— siguen resonando con sus legados gemelos. Para pensar el arte después de la metafísica quizá necesitemos tanto el tambor dionisíaco como el claro ((Lichtung) heideggeriano: un ritmo lo bastante feroz para afirmar la vida y un silencio lo bastante amplio para dejar hablar al Ser.

Referencias

Heidegger, M. (1977). The origin of the work of art (A. Hofstadter, Trad.). En M. Heidegger, Basic writings (pp. 143–212). Harper & Row. (Trabajo original publicado 1950)

Heidegger, M. (1991). Nietzsche (D. F. Krell, Trad.; Vols. 1–2). HarperSanFrancisco.

Nietzsche, F. (1968). The will to power (W. Kaufmann & R. J. Hollingdale, Trad.). Vintage.

Nietzsche, F. (2000). The birth of tragedy (D. Smith, Trad.). Oxford University Press. (Trabajo original publicado 1872)

Nietzsche, F. (2005). Twilight of the idols (R. Polt, Trad.). Hackett. (Trabajo original publicado 1889)

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