El intervalo dionisíaco: después de Aristóteles y antes de Nietzsche

Acuarela, Poeta Romántico. AI art

Introducción

Cuando Nietzsche se proclamó “el último discípulo del filósofo Dionisio”, también insinuó que era el primero en tomarse al dios en serio.¹ Una mirada a la literatura alemana de los siglos XVIII y XIX cuenta otra historia. Desde los ensueños clásicos de Johann Joachim Winckelmann hasta la especulativa “dionisiología” de F. W. J. Schelling, Dionisio ya se había convertido en cifra del frenesí artístico, el exceso erótico y la renovación metafísica. Este ensayo recorre ese itinerario pre-nietzscheano, comenzando con la definición de la tragedia según Aristóteles y culminando en los románticos que entrelazaron al dios con la poética, la filosofía y la construcción nacional. Al recuperar esta genealogía, vemos el gesto de Nietzsche menos como un descubrimiento ex nihilo que como una brillante reformulación de una idea que había estado fermentando—al igual que el vino—a lo largo del pensamiento alemán durante un siglo.

El legado ditirámbico de Aristóteles

Aristóteles derivó célebremente la tragedia “de los poetas del ditirambo”, vinculando el arte dramático a los coros extáticos de Dionisio.² Aunque Nietzsche pasa por alto la Poética, la genealogía del Estagirita sigue siendo el punto de partida para posteriores especulaciones estéticas. Lo que importa aquí es la tríada conceptual: música, embriaguez ritual y catarsis colectiva. Escritores alemanes posteriores retomarán estos motivos, enfrentándose a un enigma que Aristóteles deja abierto: ¿cómo puede un rito orgiástico convertirse en paradigma de un arte ordenado?

Winckelmann: belleza clásica y el Baco oculto

La Geschichte der Kunst des Alterthums (1764) de Winckelmann es recordada por su “noble simplicidad y serena grandeza”, pero sus páginas también albergan un Baco intensamente sensual. “La imagen de Baco,” escribe, “es la de un bello joven… medio sumido en un encantador sueño, con los rasgos llenos de dulzura.”³ Al contrastar la armonía masculina de Apolo con el atractivo andrógino de Baco, Winckelmann legitimaba sutilmente el deseo—incluso el deseo homoerótico—como índice del juicio estético. Lo dionisíaco se desliza así en el corazón mismo del clasicismo alemán, no como alboroto ebrio, sino como una luminiscencia lánguida y onírica oculta tras la perfección del mármol.

Hamann y Herder: orgías de los sentidos y del canto

Donde Winckelmann estetiza a Baco, Johann Georg Hamann lo hace estallar. En Aesthetica in nuce (1762), advierte a los escritores: “No os aventuréis en la metafísica de las bellas artes sin haber alcanzado antes la perfección en las orgías… y los misterios eleusinos. Los sentidos son Ceres, y Baco las pasiones.”⁴ La poesía, para Hamann, brota de sangre y vino fermentados, no de la forma racional.

Johann Gottfried Herder extiende el argumento. El verdadero ditirambo, dice, “desciende quizá lo más lejos… hacia una sensualidad animal para alcanzar sus cimas.”⁵ El poeta debe zambullirse en “el abismo del alma”, donde la embriaguez revierte la razón y da a luz un canto capaz de formar una nación. Hamann ofrece el manifiesto dionisíaco; Herder, su programa cultural.

Inflamaciones románticas: Hölderlin, Novalis y el dios que regresa

Con el primer romanticismo, Dionisio se convierte en mito y mesías a la vez. Friedrich Hölderlin lo vincula a la escatología:

“Mas son como los santos sacerdotes del dios del vino,
Que pasaron de tierra en tierra por noche sagrada.”⁶

En la elegía Pan y vino, Dionisio anuncia el retorno de lo “celeste” en tiempos modernos “empobrecidos”, fusionándose con Cristo para prometer una comunidad transfigurada. Novalis, en Himnos a la noche, refracta ese mismo impulso a través del amor-muerte místico: el racimo, la hostia, la tumba y el lecho nupcial convergen todos en la iconografía dionisíaca.

Así, el significado del dios se duplica: es a la vez liberador de los sentidos y heraldo de una revelación supra-cristiana. La poesía romántica escenifica esta tensión mediante la paradoja—exaltación en el sufrimiento, unidad en la fragmentación—anticipando la posterior ecuación nietzscheana de Dionisio con el gozo trágico.

Filósofos del éxtasis: Schlegel y Schelling

El proyecto crítico de los románticos necesitaba un andamiaje metafísico. Friedrich Schlegel halló “gozo inmortal” y “maravillosa abundancia” en el Dionisio eleusino, proponiendo una nueva ciencia mitopoiética.⁷

Schelling, sin embargo, ofreció la exposición más sistemática. Su Filosofía de la mitología (1828–48) describe un Dionisio triple—Zagreo, Baco, Iaco—que traza el paso de la naturaleza inconsciente al espíritu reflexivo. El secreto del arte, insiste Schelling, es estar “ebrio y sobrio no en distintos momentos, sino simultáneamente.”⁸ Aquí, la dialéctica entre frenesí y forma prefigura al “Sócrates músico” de Nietzsche, aunque con una diferencia crucial: para Schelling, la dialéctica culmina no en el nihilismo, sino en una teología reconciliada donde Apolo y Dionisio convergen.

Conclusión: hacia una genealogía del éxtasis

Desde la semilla analítica de Aristóteles hasta la cosecha especulativa de Schelling, Dionisio mutó de imagen cultual a principio poético, de metáfora erótica a motor filosófico. Las estatuas de Winckelmann, las orgías de Hamann, el canto nacional de Herder, los himnos de Hölderlin y la especulación triádica de Schelling prepararon el terreno donde Nietzsche plantaría luego su propia vid. Su innovación consistió en destilar esa tradición en un único elixir llamado “afirmación de la vida”, y luego servirlo como pathos filosófico. Reconocer esta añada antigua no disminuye a Nietzsche; enriquece nuestro paladar, recordándonos que todo gran vino conserva el sol y la tierra de estaciones pasadas.

Notas y referencias

  1. Friedrich Nietzsche, Twilight of the Idols, en Werke, II, p. 1030.
  2. Aristóteles, Poética 1449a.
  3. J. J. Winckelmann, Geschichte der Kunst des Alterthums (1764), pp. 158–161.
  4. J. G. Hamann, Aesthetica in nuce (1762), ed. Ziesemer & Henkel, II, 201.
  5. J. G. Herder, Fragmente über die neuere deutsche Litteratur (1767), I, 310–311.
  6. F. Hölderlin, “Brot und Wein”, en Sämtliche Werke, ed. Beissner, vol. 2, 1797/98.
  7. F. Schlegel, Gesammelte Werke, vol. 1, pp. 234–236.
  8. F. W. J. Schelling, Philosophy of Revelation (1842), lecture I, 26.


 

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