¿Somos algoritmos? Una respuesta crítica a Homo Deus de Yuval Noah Harari
Homo Deus: Breve historia del mañana, de Yuval Noah Harari, presenta una narrativa audaz y de gran alcance sobre el futuro de la humanidad. En su conferencia pública ampliamente difundida¹, Harari afirma que el humanismo liberal—con su énfasis en el libre albedrío y la experiencia subjetiva—está siendo reemplazado por una nueva visión del mundo basada en la ciencia de datos y la inteligencia artificial. En el centro de su tesis se encuentra la afirmación de que “los organismos son algoritmos”: que los sentimientos, las decisiones e incluso la conciencia pueden reducirse a procesos computacionales.
Estas afirmaciones se presentan con claridad retórica, pero plantean serias preocupaciones filosóficas y científicas. Harari se apoya en la ciencia contemporánea para justificar conclusiones deterministas sobre la vida, el pensamiento y la agencia. Sin embargo, su apelación a “la ciencia” a menudo difumina los límites entre la especulación y el hecho comprobado. Este artículo busca desentrañar y examinar críticamente los principales postulados de Harari, incluida su reducción de la emoción a algoritmo, su distinción entre ciencia “obsoleta” y “moderna” y su caracterización del humanismo como un mito superado. Al analizar los supuestos metafísicos y epistemológicos detrás de estos argumentos, veremos que lo que aparenta ser una visión coherente del futuro oculta varias contradicciones no resueltas.
¿QUÉ SIGNIFICA DECIR “LOS ORGANISMOS SON ALGORITMOS”?
En el centro de la tesis de Harari se encuentra una afirmación llamativa:
“En solo tres palabras: los organismos son algoritmos”².
Esto funciona tanto como un resumen de su cosmovisión como una reducción conceptual que fundamenta la lógica de Homo Deus. Harari va más allá al afirmar:
“Según las teorías científicas actuales, los sentimientos son en realidad algoritmos bioquímicos”³.
Para entender las implicaciones, debemos aclarar primero qué significa “algoritmo” para Harari. Originalmente, el término proviene de las matemáticas y la informática, y se refiere a un conjunto definido de instrucciones paso a paso para resolver problemas. Describir las emociones como algoritmos traduce experiencias profundamente corporizadas y dependientes del contexto en rutinas abstractas y programables. Aunque útil como recurso retórico, esta analogía carece de precisión científica y profundidad filosófica.
Las neurociencias y las ciencias cognitivas ciertamente estudian el procesamiento de información en el cerebro, y algunos modelos simulan ciertos aspectos de las respuestas emocionales. Sin embargo, reducir toda experiencia subjetiva a cálculo algorítmico pasa por alto distinciones filosóficas fundamentales—como la diferencia entre sintaxis y semántica, o entre operación mecánica y significado consciente. El famoso “problema difícil de la conciencia” apunta a lo que los filósofos llaman qualia: el aspecto subjetivo del “cómo se siente” vivir una experiencia, algo que escapa a los modelos computacionales.
Noam Chomsky, entre otros, ha advertido sobre los peligros de extender las metáforas computacionales más allá de su ámbito. En sus conferencias sobre lenguaje y mente, Chomsky subraya que los modelos o simulaciones no deben confundirse con explicaciones⁴. Que los sentimientos puedan parecer predecibles en ciertos contextos no implica que sean algorítmicos en esencia. La formulación de Harari corre el riesgo de confundir metáfora con ontología, lo cual tiene profundas consecuencias para nuestra comprensión de la naturaleza humana.
LA CIENCIA COMO AUTORIDAD: UNA MIRADA MATIZADA
A lo largo de su exposición, Harari traza una línea tajante entre la “buena” y la “mala” ciencia, alineando su tesis con los descubrimientos más avanzados y fiables. Por ejemplo, afirma:
“Toda esta historia del humanismo se basa en una ciencia obsoleta”⁵,
y luego sostiene que los investigadores más destacados confirman la naturaleza algorítmica de los seres vivos:
“Hoy, los mejores científicos del mundo nos dicen que… los organismos son algoritmos”⁶.
Estas apelaciones a la “ciencia actual” funcionan como argumentos de autoridad hacia una supuesta verdad objetiva. Sin embargo, el uso que Harari hace del término “ciencia” resulta problemático. La ciencia no es un bloque uniforme, sino una constelación de disciplinas—neurociencia, psicología, genética, filosofía—muchas veces con paradigmas en conflicto. El debate sobre si la conciencia puede reducirse al cómputo neural sigue sin resolverse.
Al presentar su visión como conclusión inevitable de la investigación contemporánea, Harari oscurece este pluralismo. Su postura se asemeja a lo que Thomas Kuhn llamó “entronización paradigmática”⁷: privilegiar una visión del mundo mientras se descartan otras sin enfrentar adecuadamente sus complejidades o desafíos empíricos.
Además, su distinción entre ciencia “obsoleta” y “actualizada” refleja una noción tecnocrática del progreso. Sugiere que ideas como la libertad, la agencia y la dignidad humana son vestigios de conocimientos superados. Pero estos conceptos filosóficos no se “falsan” o refutan mediante descubrimientos científicos; más bien, se reinterpretan, se revalúan o se preservan por su valor normativo.
Cuando Harari invoca a “los mejores científicos”, apela más a la autoridad que al consenso. Esto corre el riesgo de convertir la ciencia en un discurso legitimador de afirmaciones excesivas—como la obsolescencia del humanismo—en lugar de un proceso crítico y revisable.
Es importante señalar que muchos científicos y filósofos contemporáneos rechazan el reduccionismo y proponen modelos pluralistas que integran enfoques computacionales, corporizados y fenomenológicos. La narrativa de Harari no se compromete plenamente con esta complejidad científica.
EL HUMANISMO Y SU PRESUNTA “OBSOLESCENCIA”
Otro eje central en la conferencia de Harari es la supuesta decadencia del humanismo. Presenta la ideología liberal—con su énfasis en la autonomía individual y la intuición moral—como una narrativa basada en “supuestos erróneos sobre el organismo humano”⁸, que está siendo reemplazada por el dataísmo, una nueva ideología que transfiere la autoridad desde los sentimientos humanos hacia la toma de decisiones algorítmicas:
“El humanismo está siendo reemplazado por el dataísmo”⁹.
Este encuadre es a la vez histórico y determinista. El humanismo se presenta como un mito útil en su momento, ahora superado por un conocimiento superior. No obstante, esta perspectiva trata las tradiciones morales y filosóficas como meros artefactos tecnológicos. El humanismo es más que una “historia”; es un compromiso normativo con la dignidad y el valor de la experiencia individual.
La narrativa de Harari sugiere que los valores deben ceder ante los hechos, y que el sentimiento no tiene cabida en un mundo guiado por datos. Sin embargo, el humanismo—desde pensadores renacentistas como Pico della Mirandola hasta filósofas contemporáneas como Martha Nussbaum—ha dialogado críticamente con la ciencia sin caer en reduccionismos.
Asimismo, la dicotomía entre humanismo y dataísmo simplifica en exceso ambos polos. Parte de la falsa premisa de que el avance tecnológico anula la autonomía moral y que los sistemas de información pueden reemplazar por completo el razonamiento ético. El presunto “fin del humanismo” aparece menos como una necesidad científica que como una elección narrativa—una que descarta futuros alternativos.
De hecho, muchos investigadores proponen marcos híbridos que integran valores humanistas con desarrollo tecnológico, promoviendo un diseño ético, una inteligencia artificial centrada en lo humano y la relevancia continua de la reflexión moral en la sociedad digital.
LA METAFÍSICA DEL DATAÍSMO: UNA ADVERTENCIA
La visión de Harari culmina en el dataísmo, donde los flujos de datos y el reconocimiento de patrones sustituyen el juicio humano. Se pregunta:
“¿Qué pasará con la sociedad, la política, la vida diaria, cuando algoritmos muy inteligentes pero no conscientes nos conozcan mejor que nosotros mismos?”¹⁰.
Aquí el debate pasa de lo descriptivo a lo metafísico. El dataísmo se convierte en una cosmovisión que interpreta la existencia. Afirmar que las máquinas pueden “conocernos” mejor presupone que el conocimiento se reduce a predicción y correlación.
¿Pero hay realmente diferencia entre reconocer un patrón y comprender a una persona? ¿Puede la inferencia estadística reemplazar la introspección, la empatía o la reflexión? Equiparar capacidad predictiva con autoconocimiento redefine el saber en términos puramente conductistas y externos.
Esta metafísica cosifica sistemas diseñados como herramientas analíticas, transformando métodos epistemológicos en afirmaciones ontológicas: somos lo que se puede medir. Esto recuerda la advertencia de Heidegger contra el “enmarcamiento” (Gestell): la reducción del ser a recurso dentro de un orden tecnológico¹¹.
Incluso si los algoritmos superan a los humanos en ciertos ámbitos, eso no justifica declarar obsoletos la conciencia, el sentido o la deliberación moral. La sustitución del humanismo por el dataísmo no es una necesidad científica sino una apuesta filosófica—una que requiere mayor profundidad crítica de la que Harari ofrece.
CONCLUSIÓN: HACIA UNA CIENCIA QUE HONRE A LA HUMANIDAD
La conferencia de Harari sobre Homo Deus ofrece una visión provocadora de un futuro gobernado por datos. Sus afirmaciones centrales—que los organismos son algoritmos, los sentimientos procesos bioquímicos y el humanismo una reliquia—nos obligan a repensar nuestras creencias. Sin embargo, estas afirmaciones descansan sobre saltos conceptuales que merecen un análisis riguroso.
Al confundir metáfora con mecanismo e invocar a la “ciencia” como una autoridad indiscutible, Harari construye una narrativa persuasiva en lo retórico pero frágil en lo filosófico. Su retrato del humanismo como mito descartado y del dataísmo como su sucesor inevitable no hace justicia a la complejidad ni a la persistencia de ambas tradiciones.
La pregunta urgente no es si los algoritmos remodelarán la sociedad—eso ya ocurre—sino si los modelos reduccionistas deben dictar los términos de nuestra humanidad. La tarea más crítica es imaginar y desarrollar enfoques científicos y filosóficos que no eclipsen a los seres que buscan comprender, sino que respeten la riqueza irreductible de la experiencia, la agencia y la responsabilidad ética humanas.
NOTAS
¹ Yuval Noah Harari, Homo Deus: A Brief History of Tomorrow, conferencia
en YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=4ChHc5jhZxs&t=1486s
² Ibid., en 24:46.
³ Ibid., en 25:01.
⁴ Noam Chomsky, The Secrets of Words (Serie de conferencias en MIT),
2021.
⁵ Harari, conferencia de Homo Deus, en 21:32.
⁶ Ibid., en 24:55.
⁷ Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, 1962.
⁸ Harari, conferencia de Homo Deus, en 21:30.
⁹ Ibid., en 1:01:42.
¹⁰ Ibid., en 1:01:55.
¹¹ Martin Heidegger, La pregunta por la técnica, 1954.
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