La Belleza del Sufrimiento: Una Lectura Filosófica del Grupo de Laocoonte
Introducción
Cuerpos retorcidos, gritos silentes, serpientes enroscadas en miembros condenados: Laocoonte y sus hijos es una de las esculturas más impactantes de la Antigüedad. Sin embargo, a pesar de su tema—el sufrimiento mortal—la obra irradia una serena grandeza. ¿Cómo puede el dolor parecer bello? Esta paradoja ha inquietado a pensadores desde hace siglos, pero en la modernidad reaparece con fuerza en las obras de Gotthold Ephraim Lessing y Friedrich Nietzsche, quienes, directa o indirectamente, leen el Laocoonte como una cifra de las aspiraciones y los límites del arte. Bajo sus reflexiones se encuentra la estructura metafísica de Arthur Schopenhauer, cuyos conceptos de Voluntad y Representación ofrecen una gramática subterránea para la dialéctica entre forma y caos, ilusión y verdad.
Lessing y los límites de la expresión
En su tratado Laocoonte o sobre las fronteras de la pintura y la poesía (1766), Lessing formula una tesis que se ha vuelto clásica: los distintos medios artísticos están sujetos a diferentes restricciones expresivas 1. La poesía, que se desarrolla en el tiempo, puede narrar el cambio y el movimiento; la escultura, fija en el espacio, debe capturar un solo instante coherente. Un grito congelado en mármol parecería grotesco o incluso ridículo; un rostro deformado por el dolor, repelente. Por ello, el escultor debe sublimar la violencia en una postura noble, el sufrimiento en compostura.
«Laocoonte y sus hijos, enroscados por una serpiente monstruosa, conservan en sus rostros, en sus gestos, en su postura general, cierta majestad», escribe Paul Hazard al interpretar a Lessing. «La escultura no podía representar legítimamente un dolor que, al deformar los rasgos, se volviera feo» 2.
La belleza, en esta visión, no niega el sufrimiento: lo transforma estéticamente. El arte debe estilizar el horror para seguir siendo legible y digno. Esta teoría ejerció una influencia decisiva sobre la estética del siglo XIX, incluida la obra temprana de Nietzsche. Aunque Lessing no es mencionado en El nacimiento de la tragedia, la tensión que describe—entre el horror del contenido y la gracia de la forma—recorre la concepción nietzscheana de la ilusión apolínea.
La dialéctica apolíneo-dionisíaca en Nietzsche
En El nacimiento de la tragedia (1872), Nietzsche distingue dos impulsos artísticos fundamentales: lo apolíneo y lo dionisíaco. Lo apolíneo representa el orden, la claridad, la forma luminosa: el mundo de los sueños y la escultura. Lo dionisíaco simboliza el caos, la embriaguez, la disolución del yo: el mundo de la música, la danza y la comunión extática. El arte verdadero surge de su fusión, ejemplificada en la tragedia griega.
Aunque Nietzsche no menciona explícitamente al grupo escultórico del Laocoonte en este texto, muchos intérpretes—siguiendo a Lessing—han visto en él un ideal apolíneo: las figuras sufren terriblemente, pero su agonía se ordena en una armonía formal. Esta es la «dulce ilusión» (süßer Wahn) que Nietzsche valora: una «bella apariencia» (schöner Schein) que hace soportable el horror de la vida. «Incluso en la representación de la realidad más espantosa—escribe Nietzsche—, el arte apolíneo renuncia a la verdad en favor de la bella apariencia» 3.
Esta estética no es engañosa en un sentido trivial. Es una mentira noble, que protege al espectador del terror inmediato de la existencia. El arte dionisíaco, por el contrario, desgarra este velo. No representa el sufrimiento: es sufrimiento, vuelto experiencia común. Mientras la escultura idealiza la agonía, el arte dionisíaco disuelve al individuo en la afirmación extática del dolor.
La Voluntad y la Representación en Schopenhauer
Bajo la dicotomía estética de Nietzsche yace la arquitectura metafísica de Arthur Schopenhauer. En El mundo como voluntad y representación (1818), Schopenhauer distingue entre el mundo como Representación—la apariencia ordenada construida por el intelecto—y el mundo como Voluntad, la esencia ciega y anhelante de la realidad 4. La Voluntad es caótica e implacable; el arte, al ofrecer distancia contemplativa, brinda un escape momentáneo.
Nietzsche retoma este dualismo, pero le da otro giro. Para él, lo apolíneo no niega lo dionisíaco: le da forma. Se convierte en la imagen consciente del terror inconsciente. El arte no es refugio pacífico frente a la Voluntad, sino una estrategia cultural para afrontarla. Lo apolíneo, en esta lectura, surge como manifestación consciente del horror dionisíaco inconsciente. Así se define la tarea suprema de la cultura: dar sentido a la existencia humana dentro del caos del mundo.
Dioniso representa la Voluntad primordial; Apolo, el poder configurador de la Representación. A diferencia de Schopenhauer, Nietzsche no considera la ilusión estética como evasión, sino como afirmación necesaria. El velo apolíneo no niega lo dionisíaco: lo hace soportable, incluso glorioso.
Así, el Laocoonte puede leerse a través de esta tríada filosófica: el principio de contención formal de Lessing, la dialéctica estética de Nietzsche y el trasfondo metafísico de Schopenhauer. Cada uno aporta claves para comprender cómo la cultura transforma el sufrimiento en belleza estilizada.
Conclusión: El arte como mentira necesaria
El arte engaña, pero el engaño es esencial. En el grupo del Laocoonte, el terror se cristaliza en mármol, la agonía se transmuta en forma noble. La teoría de Lessing sobre los límites del arte abre el camino a la visión nietzscheana de la ilusión redentora. Incluso la verdad más insoportable debe pasar por el filtro de la forma para volverse habitable. Bajo esta luz, la “mentira” del arte no es una traición, sino una fidelidad más alta: a la vida misma, que en su estado bruto sería insoportable.
Aunque los escultores antiguos no lo pretendieran, el Laocoonte se ha convertido en un espejo en el que el pensamiento moderno reflexiona sobre sus propios límites y anhelos. Es el progenitor silencioso de la intuición trágica de Nietzsche y del pesimismo filosófico de Schopenhauer: un testimonio de mármol de lo insoportable, vuelto soportable.
Referencias
- Gotthold Ephraim Lessing, Laocoonte o sobre las fronteras de la pintura y la poesía, trad. e introd. por Andrés Sánchez Pascual, Madrid: Akal, 2005.
- Paul Hazard, El pensamiento europeo en el siglo XVIII: de Montesquieu a Lessing, trad. J. L. May, Madrid: Fondo de Cultura Económica, 1944.
- Friedrich Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, trad. Andrés Sánchez Pascual, Madrid: Alianza Editorial, 2006.
- Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, trad. Pilar López de Santa María, Madrid: Trotta, 2014.
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