Las Flores de Mayo y el Velo de la Verdad: Arte, Religión y Ciencia en Nietzsche
Introducción
En la filosofía de Friedrich Nietzsche, la ciencia, el arte y la religión no aparecen como esferas aisladas o jerárquicamente organizadas, sino como fuerzas interrelacionadas que configuran la experiencia humana. A lo largo de su obra, Nietzsche aborda estas dimensiones no tanto en términos de verdad objetiva o valor moral, sino como expresiones de la voluntad de poder, del instinto vital que impulsa toda creación humana. Este artículo examina la visión nietzscheana de estas tres esferas, con especial atención al aforismo 29 de Humano, demasiado humano, donde el filósofo ofrece una metáfora botánica que ilustra su carácter complementario.
La verdad como peligro: ciencia y arte frente al nihilismo
Nietzsche alterna una admiración crítica por la ciencia con una exaltación del arte. Si bien reconoce el valor del conocimiento científico, también advierte que la verdad, desnuda de ilusiones, puede resultar insoportable. Como escribe en La gaya ciencia, “tenemos el arte para no perecer a causa de la verdad”¹. Esta consigna subraya el papel del arte (y por extensión, de la religión) como protección frente a la brutalidad de la verdad científica. En esta línea, Babette Babich observa que, “igual que la ciencia, el arte es una defensa contra la verdad y un antídoto para las intuiciones mortales del conocimiento trágico”².
A diferencia del cientificismo positivista que aspira a revelar la “esencia” del mundo, Nietzsche sostiene que la vida necesita ilusiones. La ciencia, en su intento por conocer lo real, no está más cerca de la verdad que el arte o la religión; todas son construcciones humanas. En este sentido, Nietzsche anticipa un perspectivismo radical: no existe una única verdad, sino múltiples interpretaciones surgidas de la necesidad vital del ser humano.
Una metáfora botánica: raíz, tallo y flor
En el aforismo 29 de Humano, demasiado humano, Nietzsche propone una imagen particularmente reveladora:
“Las religiones y las artes […] son, en verdad, una florescencia del mundo, que no están en modo alguno más próximas a la raíz del mundo que el tallo; no se puede sacar de ellas ningún conocimiento mejor entre la ciencia de las cosas, aunque así se crea.”³
Aquí, el filósofo compara a la ciencia con el tallo y al arte y la religión con la flor. Ninguna de estas dimensiones, sin embargo, alcanza la “raíz”, es decir, la esencia última del mundo. Tanto el saber científico como la creación artística o la fe religiosa emergen de un fondo común, pero no revelan lo absoluto. Todas son apariencias necesarias, producidas por la voluntad de poder.
Nietzsche señala además que el “error” —la tendencia humana a proyectar sentido y finalidad— ha hecho posible el surgimiento de las religiones y las artes. Lejos de despreciarlas, reconoce su valor como ilusiones vitales, indispensables para soportar la existencia:
“Quien nos descorriera el velo que oculta la esencia del mundo, nos causaría una desilusión. No es el mundo como cosa en sí, sino el mundo como representación (como error), el rico de sentido, el profundo, el maravilloso, el que lleva en su seno dicha y desgracia.”3
Complementariedad y simbolismo
Desde esta perspectiva, ciencia, arte y religión se presentan como esferas complementarias. La ciencia provee herramientas para dominar el entorno, mientras el arte y la religión ofrecen consuelo simbólico, sentido y belleza. La metáfora botánica permite una lectura simbólica: la ciencia (tallo) representaría el principio estructurante, mientras el arte y la religión (flores) encarnarían la dimensión sensible, estética o incluso femenina de la cultura. En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche ya había relacionado el arte con el principio dionisíaco y con la afirmación de la vida, mientras asociaba el impulso apolíneo con la racionalidad y el orden⁴.
Luis E. de Santiago resume este punto al afirmar que el arte, para Nietzsche, se arraiga en “el principio creador de la vida” y que su estética se basa en tres ideas centrales: (1) “el arte es la actividad metafísica de la vida”, (2) “es el gran estimulante de la vida”, y (3) “solo se puede justificar el mundo y la existencia como ‘fenómeno estético’”⁵.
Conclusión
La filosofía de Nietzsche no hay jerarquía entre ciencia, arte y religión, tampoco enfrenta estas manifestaciones de forma simplista. Más bien, las concibe como instancias complementarias que brotan del mismo impulso vital. La ciencia filtra la experiencia; el arte sublima la existencia; la religión, entendida como simbolización, estructura emocionalmente la vida. Ninguna toca el fondo absoluto de la realidad, la raíz, pero todas contribuyen a sostener el “florecimiento” de la vida humana. En tiempos de nihilismo y desorientación, Nietzsche invita no a destruir estas dimensiones, sino a reinterpretarlas como formas de reafirmar la vida, reconociendo su papel como expresiones creativas de un mundo sin fundamento trascendente.
Notas
- Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, trad. Andrés Sánchez Pascual (Madrid: Alianza, 2011), §107.
- Babette Babich, Nietzsche’s Philosophy of Science (Albany: SUNY Press, 1994), 63.
- Friedrich Nietzsche, Humano, demasiado humano, trad. Andrés Sánchez Pascual (Madrid: Alianza, 2006), §29.
- Friedrich Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, trad. Andrés Sánchez Pascual (Madrid: Alianza, 2011), §§1–5.
- Luis Enrique de Santiago Guervós, “El concepto nietzscheano de arte y su dimensión vital”, Fedro: Revista de estética y teoría de las artes 10 (2012): 44–57.
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